If you read between the lines | Helios

Se acercaban las navidades y Selene tenía muchas ganas de volver a casa. Séptimo estaba resultando más duro de lo que había imaginado que sería dado su historial de estudios en el colegio previamente. Pero no, los EXTASIS de verdad eran tan duros como decía todo el mundo,  y probablemente había sido un error matricularse de tantas asignaturas y pretender al mismo tiempo continuar con las clases extraescolares de refuerzo de estudios muggles y cumplir con sus tareas de prefecta. Aquel primer trimestre apenas había tenido tiempo para respirar.

Sí, tenía ganas de volver a ver a su familia. De estar en su casa y pasar unos días sin hacer nada más que disfrutar de la suerte que la había sonreído hacía ya tantos años. Tendría que sacar un rato para comprar los regalos para sus padres, algo que poder dejar el 24 debajo del árbol para ellos. Tenía muchas ideas para ellos, sí…

Para el que no tenía tantas era para su mellizo. Le parecía casi increíble que el niño con el que creía que pasaría toda su infancia hubiera crecido para estar tan equivocado en su forma de ver el mundo. Pero pese a todo era su hermano, y lo quería. Incluso aunque no pudiera incluirlo en su propia suerte.

Se acabaron las clases del día y Selene respiró profundamente. Sólo una semana más y al fin iría a casa. Miró a Helios mientras lo veía salir del aula de Defensa y tras un instante de duda se animó a levantarse y seguirlo.

—¡Helios!—lo llamó al tiempo que lo agarraba del brazo con suavidad para impedir que se siguiera alejando—¿Te apetece dar una vuelta antes de comer?

Navidad era una época que le disgustaba, aunque quizá no al mismo nivel que verano. Al menos estas vacaciones sí podía evitarlas. Quedarse en el castillo era solitario, pero no tanto como volver a la institución de crianza, donde no importaba cómo fuera la celebración y cuántas actividades organizaran, todo seguía teniendo un regusto amargo. Nunca lograba sacudirse la rabia y la nostalgia cada vez que pensaba: «Esto era mejor en casa.»

Selene, en cambio…

Helios a veces se preguntaba si recordaba siquiera un poco cómo solían ser las cosas en casa. Antes de… bueno, antes de todo.

Quizá por eso había cogido el hábito de evitarla durante estas fechas, los días previos a la marcha de las vacaciones. Y, sin embargo, sabía que no era algo tan fácil de hacer. El principal problema de ser mellizos y compartir curso y casa. ¿Por qué no podían compartir todo lo demás? ¿Por qué habían alejado a Selene de él y la habían cambiado tanto?

Metió sus cosas con rapidez en la mochila y se preparó para emprender la huida como solía hacer, solo que esta vez Selene lo siguió. Y, como no quería hacer muy obvio que estaba evitándola, suspiró y se detuvo, en lugar de soltarse.

—Ah… —Dudó unos instantes. No tenía ganas. No sabía cómo enfrentarse a la felicidad de su melliza sin hacer evidente su propia irritación general—. Iba a… terminar unas tareas que llevo atrasadas, ¿quizá en otro momento?

Intentó ocultar la irritación que le provocaba que Helios procurase evitarla, más aún con excusas tontas como podían ser los deberes de poco antes de navidad. Pero a pesar de sus esfuerzos, se le frunció ligeramente el ceño y perdió parte de su sonrisa.

–Bueno, deja que te acompañe… –contestó soltando su mano de su brazo sólo para entrelazarlo con el propio y así, enganchada a él, echó a andar– ¿Son las tareas de transformaciones? Ya las tengo casi terminadas… Si quieres te dejo que le eches un vistazo… Así acabarías antes.

Realmente no tenía claro cómo sacar el tema sin resultar, tal vez, hiriente sin intención. Parecía que hubiera olvidado cómo hablar con su hermano. ¡No podía ser tan difícil!

–¿Vas a quedarte aquí en Navidad?–preguntó finalmente, rogando internamente que no se lo tomara a malas. Tal vez pudiera convencer a sus padres de que la dejasen invitarlo unos días a casa durante las fiestas. A lo mejor esa era la forma de volver a conectar con él como quería.

Su excusa pudo haber sonado endeble, pero era la mejor que tenía. A esas alturas, podía imaginarse que Selene sabía de qué iba la cosa. No era tonta y él no era especialmente sutil, pero fingir y recibir su irritación era mucho mejor que enfrentarse a todos los sentimientos y remordimientos que tenía enquistados. Si lo hacía, era posible que no pudiera volver a guardarlos.

Bajó un momento la mirada, enfocando el brazo de ella que había entrelazado con el suyo en un gesto que podía parecer tierno para un observador externo, pero que él sentía que era una manera de asegurar que no se iba muy lejos.

—Oh, señorita, ¿me está proponiendo copiar? —Pese a sus esfuerzos por aferrarse a su seriedad, se le escapó una sonrisa solo al pensar en esa posibilidad.

Pero ese pequeño respiro no duró mucho. Selene había sido directa. Él no sabía cómo serlo, pero suponía que era una pregunta sencilla. Sí o no. Lo de siempre. La verdad.

—Sí. Es lo mejor. —Se encogió un poco de hombros—. Estoy más tranquilo aquí.

—¿Copiar? Oh, no, no, no, no. Como prefecta jamás podría proponer a ningún otro alumno que copiase… Lo que te estoy proponiendo es un esfuerzo compartido. Es decir, si compartimos útero, ¿por qué no vamos a compartir los deberes?—bromeó antes de guiñarle un ojo, contenta con que hubiera, al menos en apariencia, decidido aceptar su compañía un rato—. Yo te presto transformaciones y tú me echas una mano con Defensa, ¿te parece?

Pero claro, su pregunta trajo de nuevo la distancia. Contuvo un suspiro mientras le daba un pequeño apretón cariñoso en el brazo que aún agarraba y apartó la mirada para decirle lo siguiente.

—Estaba pensando… Que a lo mejor si lo pido como favor especial… Podrías venir unos días a casa… Así podríamos pasar las fiestas juntos… ¿Qué te parece?—propuso, sin atreverse a mirarlo. Evidentemente, aún en el caso de que a Helios le pareciera un buen plan, cosa que estaba por ver, ella aún tendría que pedir permiso… Y esperaba que se lo dieran. Su familia adoptiva era buena. Vale que otros años lo había pedido y la respuesta había sido un “no”, pero conservaba la esperanza de que aquel año, al ser mayor de edad, consintieran, precisamente como lo que le había dicho a sus hermano: como un favor especial.

—Oh, por supuesto. Siempre del lado de la legalidad —se mofó. Selene podía aparentar que lo hacía todo bien y nunca infringía una norma pero, como estaba demostrando, de ahí a que fuera verdad había un trecho. Helios suponía que no podía dejar de tener diecisiete años. No había sido testigo de ninguno, pero en sus líos se tendría que haber metido. «Y quizá, si las cosas hubieran sido diferentes...» Se cortó. Mejor no seguir por ahí—. Venga, vale. Pero espero que eso me reporte un extraordinario en transformaciones, porque mis tareas de defensa no merecen menos.

En verdad la estaba chinchando. Sabía que Selene sacaba buenas notas en casi todo. Él… no tanto, aunque sabía que se debía más a una falta de empeño y de enfoque que de capacidad. A fin de cuentas, prefería dedicar su tiempo a otras cosas.

Y aquello… no era una propuesta desconocida. Ya la había repetido otros años, así que se hacía más fácil rechazarla. No porque no fuera prometedora; todo lo contrario. A Helios le gustaría saber qué era eso tan bueno por lo que Selene los había cambiado. Pero temía que eso trajera problemas.

—Selene. —Suspiró—. Sabes tan bien como yo que tus padres no van a querer.

Sus padres.

Solo de ella.

Sonaba extraño.

No contuvo la risa ante la respuesta de Helios, que había sido natural y en absoluto forzada, como si por un momento hubieran vuelto a conectar. Soltó su brazo sólo para pasarle uno suyo por los hombros, en un semiabrazo cariñoso, apretándole ligeramente el hombro en el que apoyó la mano.

—Un extraordinario no puedo garantizarlo, pero sí que doy garantía de supera las expectativas como mínimo.

Pero, claro, con el tema de siempre esa conexión momentánea se rompió, como si le hubieran dado con un martillo.

—Eso no lo sabes seguro, Helios… Puedo pedirlo, podemos intentarlo… Me gustaría muchísimo pasar las navidades contigo… Casi como antes…—giró la cabeza para volver a mirarlo— Les puedo escribir hoy mismo preguntándoles, pero… si dicen que sí… ¿aceptarás? ¿Vendrás a pasar unos días a casa?

—¿Supera las expectativas? ¿Es que me vas a dar alguna respuesta equivocada a propósito o algo? —bromeó. Era… más natural así, creía. Se sentía un poco mejor si apartaba de su mente la clase de pensamientos amargos que lo plagaban siempre por estas fechas, pero sabía que no era capaz de hacerlo siempre, ni con la misma facilidad.

Tenía que luchar contra ello, conscientemente, constantemente. Y eso era más difícil de lo que podía parecerle en ese instante, con Selene tan cerca.

Esto era lo que podía haber tenido siempre. Y no lo tenía. Sabía que si de repartir culpas se trataba, una parte era suya. Pero la demás, pertenecía a otras personas. Selene era la única inocente en ese intercambio.

Y, como tal, conservaba ciertas ilusiones que a veces hasta sentía remordimientos por romperle. En ese momento, no sabía muy bien qué hacer. No quería, porque sabía que sería un intruso en su casa, entre su nueva familia, pero por otro lado…

Sin embargo, algo que dijo Selene lo encendió. Sintió una pequeña ola de rabia, que intentó apagar rápidamente.

—No va a ser como antes, Selene —dijo rápidamente, aunque había logrado apartar cualquier rastro de enfado de su voz—. No es… no sé, no es lo mismo. Ellos son… tu familia, no la mía. Ahora es como si no fuéramos… —Se cortó, sin querer seguir por ahí. Subió una mano y se rascó la cabeza en un gesto nervioso—. Bueno. A ver qué te dicen.

«Pero te estás engañando a ti misma.»

—Jamás te haría eso—fue la respuesta de Selene—. Pero también sabes que a veces a algunos profesores no les gusta mi enfoque de determinados hechizos…

Y entonces llegó el golpe. Evidentemente no iba a ser como antes. Era obvio. Por eso había dicho “casi”. Pero que recalcase así que nada volvería a ser igual y que ya no compartían familia, dolió. Mucho.

Lentamente, Selene retiró el brazo de los hombros de su hermano y se separó un poco de él, parándose en medio del pasillo, para poder verlo bien al hacerle la siguiente pregunta:

—Es como si no fuéramos… ¿qué? ¿Hermanos? ¿Familia?—su tono de voz era tranquilo, pero bajo, demasiado bajo como para que pudiera colar como un signo de indiferencia.

Se cruzó de brazos tras apartarse un mechón de pelo de la cara, colocándoselo detrás de la oreja, basculó todo el peso hacia su pierna derecha, incómoda, con la sensación de que aquella conversación no iba a acabar nada bien.

—Sabes que si hubiera podido hacer algo porque fuera así, también serían la tuya, Helios… Sabes… Sabes que te echo de menos… ¿no?

—¿Cómo?

Por un momento no supo a qué se refería. Selene era una alumna modelo, ¿no? ¿O es que no había estado prestándole la suficiente atención y algo en ese aspecto se le había escapado?

Como se le escapaba ella. A veces. Siempre. En ese momento.

No hizo gesto alguno que delatara que había sentido la repentina distancia. Había hablado demasiado. Había dicho algo que no debía, algo que se le había escapado de lo más hondo y que nunca tendría que haber llegado a oídos de Selene, aunque guardarlo en soledad lo fuera poco a poco emponzoñando.

—No debería haber dicho eso —replicó—. Lo siento. No iba en serio.

Pero sí iba. Era eso lo que sentía, ¿no? Que Selene y él ya casi no eran hermanos, que la brecha que había entre ambos se había originado cuando destruyeron su familia y a Selene se la llevaron lejos de él.

—¿Cómo eres capaz de decir algo así? —cuestionó, sorprendido de lo que estaba oyendo. Quizá debería haberlo dejado. Repetir su disculpa y que se quedara ahí, pero… ¿Es que Selene no lo lamentaba? Tomó aire, intentando mantenerse controlado—. Quiero a mi familia, no un sucedáneo, Selene. No me vale otra cosa. ¿Y a mamá y papá? ¿A ellos los echas de menos? ¿Alguna vez te acuerdas?

No contestó a la pregunta sobre los profesores. Sabía que algunos profesores no agradecían el enfoque que daba a determinados trabajos acerca de los usos que tenía la magia, en cualquiera de sus variantes, que podían llegar a extremos perversos. No podía dejar de dar su toque personal a los trabajos. Era su opinión al fin y al cabo.

—Claro que los echo de menos, Helios…—contestó tragando saliva antes de añadir— Pero eran criminales de guerra, sabían lo que pasaría si volvían aquí, y eso no los detuvo. Vinieron a sabiendas de las consecuencias. Es sólo culpa suya  que hayamos crecido separados.

Con los brazos cruzados como los tenía, era difícil que se viera la fuerza con la que se estaba clavando los dedos en los brazos, llegando a clavarse la uña allí donde no se fuera a ver. Era cierto, echaba de menos a sus padres, pero como podía hacerlo una niña. En cuanto dejaba que el sentido común tomase el mando, sentía por ellos algo más amargo y oscuro.

—Si de verdad nos hubieran querido, no se hubieran arriesgado a que nos separasen de ellos. Sinceramente, prefiero un sucedáneo que me quiera a una familia que se arriesgó a perderme.

Criminales de guerra.

Ahí estaba, el gran elefante de la habitación. Selene se había tragado a pies juntillas todas las mentiras que su nueva familia le había alimentado durante años. Helios quería gritarle que luchar por la libertad de los magos no los convertía en criminales de guerra; que, si así fuera, entonces eso lo hacía uno a él también… y a ella, por extensión, porque los muggles jamás olvidarían los pecados de su sangre.

Y es que podía renegar de ellos todo lo que quisiera, podía creer en esa justicia muggle que tanto predicaba el actual gobierno, pero no por ello dejarían de ser sus padres.

—Pues yo no —respondió secamente.

¿Por qué estaban hablando de aquello? ¿Por qué discutían? ¿Por qué empezar una conversación que sabían que no iba a hacer más que daño en ambas direcciones? ¿Acaso no sabían tratarse ya sin acabar hiriéndose? Las conversaciones con su hermano desde hacía ya tiempo no causaban más que un aumento de la distancia y sospechaba que del resentimiento por parte de él. Tal vez debería aprender ya a mantenerse apartada, así no seguirían descalabrando lo poco que quedaba de su relación…

—Entonces poco más tenemos que hablar, ¿no crees?—murmuró antes de negar ligeramente con la cabeza y apartarse un paso para darse la vuelta— Te quiero, Helios, pero no entiendo… No entiendo como puedes defenderlos después de lo que nos han hecho…

Alzó de nuevo la cabeza, que había agachado inconscientemente, irguiéndose un poco antes de pasarse la mano por la melena para echársela hacia atrás, apartándosela de los ojos e intentando esbozar una pequeña sonrisa que incitase a la paz aunque no lo consiguiera.

— Preguntaré en casa si puedes venir en navidad… Si dicen que sí… Bueno, tampoco te sientas obligado… No me gustaría que hicieras algo que no quieres, como estar con un sucedáneo de familia, sólo por mí…

—¡Ese es el problema, Selene! —exclamó, y segundos después se dio cuenta de que había subido demasiado la voz. Algunas personas se habían girado a mirarlos y Helios se dedicó a fruncir el ceño y mantener el contacto visual uno a uno, sin decir palabra aunque quería gritar, hasta que volvieron a lo suyo y empezaron a alejarse.

Pero eso no cambiaba la situación. Y Helios seguía queriendo gritar, pero sabía que no era apropiado, así que intentó mantener los papeles y hablar en voz más baja.

—Ese es el problema —repitió—. Que no nos han hecho nada, más que ser nuestros padres. Tú piensas que sí porque esta mierda de sociedad que tenemos nos repite constantemente que es nuestra culpa tener magia y que deberíamos odiarnos por eso y señalan a gente como nuestros padres como criminales de guerra solo por rebelarse contra eso.

Apartó la mirada, bajándola unos momentos al suelo y respirando hondo para serenarse. Sentaba que estaba empezando a temblar.

Ni siquiera se dio cuenta de la sonrisa de Selene.

—Haría cualquier cosa por ti, Selene —susurró después—. Porque tú sí eres mi familia.

Pero sabía que no era recíproco. Para Selene, ahora, había más gente.

Que la gente empezara a mirarlos sólo causó que Selene frunciera ligeramente el ceño, pero no les dedicó ni un segundo. Sólo se cruzó de brazos y siguió mirando a su hermano, a su otra mitad, escuchándolo mientras decía aquellas frases que rozaban unas ideas que no deberían siquiera pasar cerca de su mente. Permitió que se serenase, notando que respiraba profundamente, y se acercó de nuevo a él para ponerle una mano en el hombro.

—Ojalá fuera verdad, Helios… Ojalá…—murmuró antes de darle un beso en la mejilla muy suave.

Lo miró un instante, tragando saliva antes de añadir en un tono aún más bajo si es que era posible:

—Deberías tener cuidado con lo que dices en público… Nunca sabes quién podría estar escuchando…