Paved with good intentions

Había logrado pasarle aquel mensaje a Enzo a través de sus tributos, que más o menos ya sabían lo que pretendía pero no la tormenta que había en su interior. Y es que, cuanto más tiempo pasaba con ambos, más lamentaba la decisión que había tomado; ellos pensaban que ayudar a Enzo significaba una alianza con el distrito ocho, pero las intenciones de Laura iban mucho más allá.

Había sentenciado a sus propios tributos a muerte en el momento en que se prometió a sí misma salvar al sobrino de Meadows. Y se odiaba por ello. Se preguntaba, a veces, si Shimmer en su lugar habría hecho lo mismo, pero no tenía respuesta. Shimmer había sido un misterio entonces. Pero si la había ayudado a ella, sentenciándose a sí mismo a muerte, quizá... Quería pensar que al menos él habría aprobado su decisión.

—Está tardando... —murmuró para sí, cruzándose de brazos. Estaba esperando en la salida de los vestuarios de la pequeña piscina que tenían en el Centro de Entrenamiento. Sabía que era muy temprano, más de lo habitual, pero...

Esperaba que para Enzo fuera más importante la supervivencia que dormir un par de horas más.

Le había extrañado mucho que los tributos del distrito cuatro le pasaran un mensaje de parte de Laura Hargrave para que se reuniera con ella al día siguiente mucho antes de la hora de comienzo oficial de los entrenamientos en la piscina del Centro. En primer lugar, porque su tío no le había dicho nada acerca de una posible alianza con uno de los distritos profesionales. En segundo lugar, porque, en vista de como acostumbraba a hablar Scott de Hargrave si es que la mencionaba, le costaba imaginar a los dos haciendo un pacto (más aún después de haber visto su conversación el día del desfile). Y, en tercero y último, porque no veía qué podía aportar él a ninguna clase de alianza.

Por eso, pese a que se había levantado a la hora adecuada para llegar a tiempo a la cita, le había costado más de la cuenta atreverse a salir del dormitorio. ¿Y si no se trataba más que de una broma cruel? ¿Y si, sin saberlo, estaba incumpliendo alguna norma de los momentos previos a los juegos?

Pero, pese a todo, al final había ido. Al fin y al cabo, si había alguna norma en contra, no creía que el Capitolio pudiera hacerle algo antes de los juegos. Necesitaba a todos sus tributos, ¿no? Y si era una broma… Que se rieran lo que quisieran, pero no iba a perder una oportunidad así por cobardía.

—Buenos días, señorita Hargrave…—saludó con timidez al asomarse ya al recinto de la piscina y verla allí— Siento llegar tarde…

Llevaba puesto un bañador, que había tenido que comprarse con urgencia en cuanto se le ocurrió la idea, debajo de una camisola larga por si acaso la sesión se complicaba y tenía que... evitar que se muriera con las vías respiratorias inundadas, suponía. En teoría, todavía no estaba permitido que los mentores entrenaran mano a mano con los tributos, pero a Laura nunca le habían importado mucho las normas. Estas no existían si nadie se enteraba.

Y a esas horas, en esa planta, no había nadie. Había pedido como favor a un conocido —y lo había tenido que pagar caro— que inhabilitaran las cámaras hora y media, tiempo suficiente para lo que quería hacer.

Esperaba no arrepentirse.

Cuando por fin vio asomar la cabeza del muchacho, Laura sintió una ola de alivio recorrerla, aunque la enmascaró con un chascando la lengua para esconder su molestia.

—Espero que en el futuro te tomes tu supervivencia más en serio, Enzo. Cinco minutos pueden suponer la diferencia entre la vida y la muerte y ahora mismo no nos sobra tiempo, tienes que estar para desayunar a las ocho si queremos que nadie sospeche nada —le explicó, dura y directa. No iba a envolverlo en algodones. Si había tomado la decisión de ayudarlo, lo primero que tendría que hacer era endurecerlo y hacerle ver que sus actos podían tener consecuencias—. Espero que traigas el equipamiento que te dijeron mis tributos. A menos que no te dé vergüenza nadar desnudo delante de una mujer.

—Sí, señorita Hargrave… Es sólo que… No sabía qué esperar. Mi t…—se cortó a media palabra a sabiendas de que su tío no había hecho mención a su parentesco que él supiera y pensando que tendría sus razones para ello— Scott no me ha comentado nada de una alianza…

Pero no dudó en terminar de entrar en el recinto de la piscina, con una toalla en la mano y claramente vestido con un bañador y una camiseta por encima. Poco más necesitaba para estar presentable después para el desayuno. Podría decir que acababa de salir de la ducha si le preguntaban por el pelo mojado.

—Creo que vengo preparado—dijo levantando la mano en la que llevaba la toalla y esbozando una sonrisa tímida de medio lado—. Prefiero evitar situaciones de desnudez si es posible.

Idiota… Se llamó a sí mismo mentalmente antes de sacudir un poco la cabeza y dar un paso dubitativo hacia la piscina.

—¿Qué vamos a hacer?

Buena salvada, pensó, sin comentar nada al respecto. Meadows había sido lo suficientemente sincero la otra noche como para que a Laura le pareciera un sinsentido intentar mantenerlo oculto. Pero, a fin de cuentas, no era su secreto, y no tenía derecho a airearlo o usarlo.

—No se trata de una alianza al uso. Sé consciente de ello. Le he dado indicaciones a mis tributos de no agredir al distrito ocho, pero eso no quiere decir que vayan a jugarse el pellejo por vosotros o evitar que otros tributos os ataquen. Para ellos sigue siendo más ventajoso una alianza con los distritos uno y dos y de momento... es la única que hemos asegurado de manera firme. —Suspiró—. No te lo tomes a mal. Para ellos lo vuestro sigue siendo... una alianza implícita, y como tal espero que mantengan su promesa. Pero no puedo interferir más, ellos mismos saben que, al menos al principio, necesitan estar en buenos términos con el uno y el dos. Lo siento.

Estaba siendo realista. Laura había decidido dejar un poco de lado a sus propios tributos, al menos dentro de lo razonable, pero no podía pedirles que se suicidaran aliándose con el distrito ocho de manera abierta. Su única esperanza era que murieran antes de tener que enfrentarse a Enzo.

Y sonaba cruel. Y se odiaba por ello.

—Vamos a intentar que no te ahogues en caso de que en la arena haya alguna masa de agua de ciertas dimensiones. Suele haberlas en todos los juegos, aunque normalmente son ríos; pero que eso no te haga confiarte, porque suelen tener más profundidad de la que parece y una corriente relativamente fuerte. No serías el primer tributo que muere ahogado por no saber esos detalles —le explicó. Era cierto. La última vez que una arena tuvo mar, como tal, había sido hace siete años. Y había sido una trampa mortal, lleno de corrientes de resaca que se habían llevado a varios tributos solo durante los primeros días.

—Somos un distrito pobre sin habilidades que puedan aplicarse a priori en la lucha. Lo entiendo. Aún así, agradezco el gesto, señorita Hargrave… De verdad.

Y lo decía en serio. Sabía desde el momento en que salió su nombre que tenía pocas posibilidades no sólo de sobrevivir si no de conseguir alguna alianza que lo ayudase a, al menos, no morir en el baño de sangre. Lo sabía y más o menos lo había aceptado. Pero tampoco iba a rechazar las ayudas que le llegasen, ni a desperdiciar el tiempo en los entrenamientos. Sobre todo por su tío. Si podía, no iba a dejarlo solo.

—Genial, fantástico, ¿también hay que preocuparse por lo que pueda hacerte el agua? Menuda fiesta…—masculló en voz baja antes de sacudir la cabeza de nuevo, intentando centrarse. Malditos nervios…— Entonces, ¿algún consejo de primeras para no hundirme a plomo?


Mientras hablaba se quitó la camiseta y la dejó a un lado, doblada, antes de descalzarse y sentarse en el bordillo de la piscina, metiendo los pies en el agua casi con desconfianza. En el distrito ocho no había ninguna fuente de agua grande, al menos que él conociera. Así que iba a ser una experiencia totalmente nueva para él.

—Y si les dijera que se aliaran con vosotros como primera opción, probablemente no me hicieran ni caso porque sabrían que estarían en desventaja contra los profesionales —convino. Por lo menos el chico era razonable, y consciente de sus habilidades y posibilidades.

Laura solo esperaba que pudiera ampliarlas esa mañana, al menos un poco.

—Nadie os engaña cuando os decimos que los elementos son vuestro mayor enemigo, por encima del resto de tributos —le replicó, habiéndolo oído refunfuñar. De cierta manera entendía la frustración—. Entra. Y respira con normalidad. Estás en una zona de la piscina que aún no te cubre, pero vamos a intentar flotar, primero en vertical y luego en horizontal para ir practicando la posición básica de natación a croll. Siempre puedes nadar al estilo perrito, pero eso no te llevará muy lejos.

Fue a por un poco de material, cogiendo una tabla primero y un pullbuoy. No sabía si llegarían a usarlos, dependía de la rapidez con la que Enzo aprendiera lo básico, pero les serviría al menos para corregir la postura.

Cogió aire y lo soltó lentamente antes de hacerle caso e impulsarse para entrar en el agua. No estaba especialmente fría, pero aún así le dio la sensación de perder todo el aire del cuerpo de golpe. Se obligó a respirar de nuevo cuando sus pies tocaron el suelo de la piscina. Dio un par de saltitos, curioso con la sensación de estar casi sumergido por completo, con esa experiencia nueva y extraña de casi ingravidez. Si dejaba los brazos muertos subían solos a la superficie. Sonrió haciéndolo una vez más antes de mirar a Laura, ligeramente avergonzado por lo que imaginó que la mentora debía considerar un comportamiento infantil.

—Y para eso… ¿sólo tengo que despegar los pies del suelo?—preguntó mirando hacia abajo, hacia las baldositas del fondo de la piscina, inseguro. Los brazos flotaban, pero tampoco pesaban tanto. ¿Podría el agua con todo su peso? Una parte de él lo dudaba, pero otra sabía que para nadar había que flotar así que el agua debía de poder soportar todo el peso… ¿no?

Tentativamente dobló las piernas, separando los pies del fondo e, inmediatamente, se le hundió la cabeza, pero por suerte reaccionó rápido dando una brazada hacia arriba y volviendo a extender las piernas para sostenerse.

—Vale, no es tan fácil. ¿Cuál es el truco?—se apartó el pelo mojado de la frente y de los ojos con la mano para poder mirarla de nuevo, más que dispuesto a absorber todo el conocimiento que quisiera darle— Porque hay truco, ¿no?

Laura esperó en silencio. Aunque no les sobraba el tiempo, entendía que ese primer contacto tenía que hacerlo a su ritmo y no podía ser impaciente. En la mayoría de los distritos, especialmente en los pobres, el único contacto con el agua que tenían sus habitantes eran barreños llenos para lavarse de vez en cuando. El cuatro era un privilegiado en ese aspecto. Aprendían a nadar casi antes que a caminar.

—Claro que tienes que despegar los pies. Imagina que estás volando o algo, yo qué sé. —Se quedó a medio consejo, porque Enzo se le había adelantado. Y Laura contempló estupefacta cómo casi daba una voltereta y acababa con la cabeza bajo el agua. Y por primera vez en muchos años se echó a reír hasta el punto de que casi se le escapaban las lágrimas.

Había sido digno de ver. Lástima que las cámaras estaban apagadas, porque le hubiera gustado tenerlo en vídeo.

—El truco es... —Se vio interrumpida por su propia respiración, aún atacada tras el ataque de risa—. Ay. —Tomó aire para intentar serenarse—. A ver, la facilidad para flotar depende de muchas cosas. Piénsalo así: todo lo que haya en ti que pese más de la cuenta te va a hundir, así que cuanto más músculo tengas más difícil te va a resultar. Tú eres delgado, así que por ese lado no tienes problema; pero la grasa corporal también ayuda a flotar, por eso las mujeres lo tenemos más fácil. Pero lo primero es relajar los músculos y respirar con normalidad. El aire que llega a tus pulmones también te ayuda.

Le tiró la tabla al agua, cerca de él.

—Vamos a empezar usando eso. Coge esa tabla con las manos, sin poner todo tu peso encima, y empieza lentamente a mover los pies de arriba hacia abajo, como tú te sientas más cómodo.

Decidió hacer caso omiso de la risa que casi quería herir su orgullo y se centró en intentar hacerlo bien. Y con la tabla en seguida se dio cuenta de cómo tenía que relajar el cuerpo, de qué movimientos leves lo ayudaban a mantenerse a flote, y a los diez minutos ya conseguía flotar sin necesidad de tabla, por lo que empezaron a intentar nadar.

Eso era más difícil. El crol se le escapaba. No era capaz de coordinar los movimientos de la cabeza para coger aire con los movimientos de los brazos y del torso, todo ello sin dejar de mover las piernas, le era imposible. Pero al cabo de una hora había conseguido coger algo de velocidad a braza. Se cansaba en seguida, claro, sobre todo porque intentaba, en la medida de lo posible, no sumergir la cabeza en el agua, aún asustado de acabar respirando agua y terminar ahogado. Pero poco a poco iba consiguiendo algo.

—¿A qué estás jugando, Hargrave?—le preguntó Scott a Laura, desde detrás de ella, en un susurro, sin despegar la vista de su sobrino que iba de un lado a otro de la piscina, intentando aguantar cada vez más.

Se había levantado pronto porque quería hablar con Enzo y Maritta antes de la sesión de entrenamiento de aquel día, pero cuál fue su sorpresa cuando en la habitación del chico no encontró a nadie. Un avox le señaló la puerta cuando le preguntó si sabía a dónde había ido y, casi media hora después, había conseguido que le indicasen el recinto de la piscina tras mucho preguntar a los empleados del edificio.

Y ya llevaba cinco minutos apoyado contra la puerta, observándolos en silencio, maravillado y extrañado a partes iguales. No entendía por qué Laura hacía aquello. Escapaba a su comprensión.

—¡Nos quedan 15 minutos, Enzo! Vas a tener que correr —Y aún había una cosa que quería explicarle, así que activó una de las innovaciones de aquella piscina: el generador de corriente—. Ya te he dicho que para no ahogarte es importante que no intentes nadar contra-corriente, solo conseguirías cansarte. Intenta salir de la corriente, nada hacia los lados y verás cómo casi no te ves arrastrado.

Viendo el progreso del muchacho, que en solo una hora era bastante decente, Laura casi maldecía tener tan poco tiempo. Le habría gustado poder explotar la tecnología de la piscina y enseñarle qué hacer con olas o con corrientes de resaca, pero... tenía que ser realista. Estaban infringiendo las normas y, además, dudaba que hubiera mar como tal en la Arena.

Estaba tan concentrada en ese muchacho, dándole consejos de vez en cuando y fijándose en sus aciertos y errores para matizar, que apenas se había dado cuenta de que había alguien más en la instalación. Y cuando Meadows se acercó a ella, no oyó los pasos antes que su voz.

Se sobresaltó, girándose de golpe. Y la sorpresa en su rostro fue sustituida rápidamente por una máscara de molestia. No podía evitar ponerse a la defensiva.

—¿Y a ti qué te parece que estoy haciendo? No mires tanto los dientes del caballo regalado.

Enzo se esforzaba en seguir las instrucciones de Laura, intentando nadar hacia los lados, cosa más fácil de decir que de hacer, pero aún así lo intentaba.

—No es eso lo que te he preguntado…—murmuró sin dejar de mirar al chico. Pero un instante después desvió la mirada hacia Laura, pensativo— ¿Decías en serio lo de ayudarme la otra noche?—preguntó, sorprendido, sin esconderlo, sin ningún tipo de sarcasmo ni de desprecio ocultos en su voz. Sólo quería comprender.

Enzo al fin consiguió salir de la corriente y empezar a nadar hacia el origen de la misma, avanzando. Y Scott sonrió mínimamente al verlo. Algo que podía tener a su favor su sobrino, al fin.

—¿Cómo puedo devolverte el favor, Laura?—y por primera vez en años utilizó su nombre en vez de distanciarse usando el apellido. Por primera vez le parecía que podía volver a ver a alguien de quien al menos podía no desconfiar sistemáticamente.

No pudo permanecer a la defensiva cuando Meadows utilizó aquel tono derrotado y casi, casi conciliador. Relajó los hombros y bajó los brazos, permitiéndose perder de vista a Enzo a pesar de que a una parte de ella le inquietaba que le pudiera pasar algo cuando estaba bajo su cargo.

—Me dijiste que solo lo tenías a él —susurró, como toda justificación, sintiéndose incómoda bajo el escrutinio de su mirada. Luego carraspeó, intentando recuperar su fuerza habitual—. No es un favor. Tómatelo como algo que te debo. Por lo de la última vez.

En realidad, nunca le había removido la conciencia el haber traicionado de aquella manera su alianza con Scott, hace tantos años, porque había sido necesario para traer a Ryan a casa. Pero era más fácil decir eso, enmascarar aquello de deuda, que admitir que quizá la trágica situación de Meadows le había provocado sentimientos que no estaba dispuesta a admitir.

—Y asegúrate de que esté para desayunar. Esto no está permitido, y si nos descubren habrá problemas —le indicó, antes de dirigirse a apagar la corriente, viendo que Enzo parecía haberle cogido el truco a cómo esquivarla sin tragar demasiada agua.

De repente quería salir de ahí. La llegada de Meadows la había... desequilibrado.

Sonrió de medio lado ante su respuesta y rápido intento de volver a la normalidad. Pero la verdad era que la forma en que la veía había empezado a cambiar. Y deprisa.

—Igualmente, gracias, Laura… De verdad te lo digo…—si hubiera sido cualquier otra persona, probablemente le hubiera dado un apretón en el hombro o incluso un abrazo, pero creyó que lo más probable era que terminase recibiendo un empujón.

Así que, en vez de eso, al verla apagar la corriente de la piscina, se giró de nuevo hacia su sobrino y lo llamó:

— ¡Enzo! Te quiero arriba dentro de 5 minutos, ¿está claro?—a continuación se acercó de nuevo a Laura y se despidió con un gesto con la mano— Nos vemos en el entrenamiento…

Enzo, sorprendido por la presencia de su tío, se acercó tan rápido como pudo al borde de la piscina para impulsarse y salir, pero cuando estuvo fuera del agua, Scott ya no estaba en la sala. Se empezó a secar con la toalla y miró a Laura con una sonrisa de oreja a oreja.

—Gracias, señorita Hargrave. Qué lástima que en el 8 no haya ningún sitio donde poder nadar… Podría cogerle el gusto.

Se tomó su tiempo para apagar la corriente y las luces de gran parte de la piscina, quedándose solo con una zona iluminada, la entrada a los vestuarios, donde se reunió de nuevo con Enzo. Su tío ya se había marchado, al parecer lo suficientemente consciente de la situación como para entender que Laura ya no tenía nada más que decirle.

Sonrió al muchacho, invadida por una extraña sensación de calidez que hacía mucho que no sentía. Empezaba a caerle bien el muchacho. Era una lástima que su futuro fuera tan incierto.

—Te haría falta muchos años de práctica para acercarte un poco al nivel del distrito cuatro, pero no lo has hecho mal —le animó—. Date prisa, Enzo, y procura que no te vea nadie por los pasillos. Y...

Se dio la vuelta, con un suspiro.

—Buena suerte.