Sorpresa, sorpresa | Laura

Al fin empezaba el curso y con él la gran fuente de distracción que Scott necesitaba para poder continuar con aquella pantomima de vida que llevaba. El verano era, sin duda, la peor época para el profesor de herbología, que se veía obligado a vivir en su apartamento, que pese a los agridulces que guardaba no había sido capaz de vender, y a visitar tanto a sus suegros y a su madre, quienes tampoco ayudaban demasiado a que la pena constante disminuyera. Desde luego, si tenía que escoger un lugar para estar, aquel era Hogwarts.

La primera cena del curso había ido tal y como uno esperaría: todos los niños que ya habían estado allí el año pasado emocionados en mayor o menor medida, los niños que empezaban aquel curso la aventura que era el aprendizaje de la magia claramente ilusionados y asombrados con el castillo… La ceremonia de selección, donde, como siempre, se esforzó en dedicar sonrisas amables y cálidas a todos los pequeños que acababan en su casa, aunque ya les daría la bienvenida más tarde en la sala común, porque no había año que no pasara por allí tras la cena. Era bueno asegurarse de que no había ningún problema antes de comenzar las clases. Había que atajarlo todo de raíz si se quería mantener la paz.

Por supuesto había habido sorpresas. La primera y mayor, ver a su antigua compañera de estudios, e incluso tutora durante una pequeña temporada, incorporarse a la plantilla del colegio como profesora de Defensa contra las Artes Oscuras. Y la segunda, ver al Sombrero seleccionar para Hufflepuff a un niño llamado Michael que compartía apellido con la misma mujer.

Durante la cena, no pudo evitar lanzarles un par de miradas de curiosidad, tanto a la una como al otro, si bien no se animó a decir nada. Al terminar, acompañó a los prefectos y al resto de sus alumnos a la sala común para darles la bienvenida a todos de vuelta al colegio, recordarles que si tenían cualquier problema él estaba allí para ayudarles y animarlos a disfrutar del curso. Contestó a las preguntas de unos cuantos niños, probablemente nacidos de muggles a juzgar por el tema de las mismas, y finalmente se fue hacia la sala de profesores donde, sin duda alguna, estarían todos sus compañeros poniéndose al día.

Ese plan no le apetecía demasiado, pero no podía resistir la curiosidad más, de modo que en cuanto entró, lanzó un saludo general con la mano y, con una media sonrisa, ligeramente triste como todas las que cruzaban por su rostro desde la muerte de Paige y Patrick, se sentó junto a la nueva profesora.

—Vaya, Laura. Qué sorpresa verte por aquí. Jamás hubiera dicho que podrías plantearte la enseñanza como futuro laboral—dijo a modo de saludo intentando hacer que sonase como una broma.

Hogwarts no era como otros lugares donde hubiera desempeñado trabajos como tapadera. Y no era como el Ministerio en lo más mínimo. Sabía que se trataba de uno de los lugares más seguros y pacíficos del Reino Unido.

Y aun así, estaba inquieta. La ansiedad se le agolpaba en la boca del estómago y le impedía cenar con sus compañeros con el mismo ánimo que ellos lo hacían. De vez en cuando se le iban los ojos a la mesa de Hufflepuff, buscando a Michael, y luego de nuevo hacia su propio plato, que había picoteado sin mucho entusiasmo.

En cuanto pudo, se retiró, excusándose de las conversaciones más banales y con la idea de enviar un informe esa misma noche si lograba hacerse con una chimenea funcional. La suya ya había demostrado que no lo era y seguiría así al menos un par de días hasta que pudiera arreglarlo, así que esperó antes de ir a la sala de profesores, deseando de corazón encontrarla vacía.

No fue así. Laura se maldijo por aquel error de cálculo y, sin plan de escape alguno, tuvo que resignarse a socializar un poco con sus compañeros. Lo que le extrañó fue no encontrar allí a Meagher. Era el único que conocía personalmente, pero había cambiado tanto desde su etapa en Hogwarts que creía que eso no significaba nada a estas alturas.

Con una taza de café entre las manos, se dedicó a escuchar y analizar mientras los demás hablaban, ofreciendo la ocasional sonrisa o asentimiento. Para cuando precisamente Meagher entró a la sala, Laura ya estaba preparada para irse y, en parte por curiosidad, decidió posponer sus planes.

Lo que tampoco había esperado era que él iniciara la conversación.

Con el codo sobre la mesa, apoyó la mejilla en su mano y giró medio cuerpo para verlo a la cara. Sí, había cambiado mucho. Pero no físicamente, era otra cosa.

—No lo hice —respondió ella y se arrepintió al instante de haberlo dicho así. Sonaba casi cortante, así que se apresuró a rectificar. No era bueno levantar sospechas y causar asperezas el primer día—. Pero estaba cansada del Ministerio. Supuse que me vendría bien un cambio de aires y aprovechando que Michael empezaba el curso este año…

Si Scott notó lo cortante de su tono, no se dio por enterado, y mantuvo la media sonrisa en los labios mientras asentía comprensivamente a las explicaciones de su nueva compañera.

—Aprovechando que entraba en primero pensaste que podrías seguir cuidando de él como si estuviera en casa—si había broma o no en su voz tendría que juzgarlo ella. Ni siquiera él lo tenía muy claro—. No te preocupes por él. Cuando los he dejado en la sala común ya estaba de charla con un par de compañeros de primero, sentados junto a la chimenea. Y le echaré un ojo por ti. Estará perfectamente.

Echó un vistazo al resto de profesores, contento al ver que, por una vez, lo dejaban tranquilamente. Probablemente tuviera algo que ver el que hubiera sido él quien había iniciado una conversación por iniciativa propia y no se había dejado ver simplemente.

—En cualquier caso, me alegro de ver que los chicos van a tener una buena profesora de Defensa este año. Aún recuerdo que, a tu manera, se te daba bien—y esta vez la broma era clara, si bien el halago era sincero—. No sabía que trabajabas en el Ministerio. Aún mantengo el contacto con muchos de nuestros compañeros, pero a ti te había perdido la pista. ¿Qué ha sido de tu vida?

Después de decirlo se dio cuenta de que aquellas palabras tampoco habían sido las más adecuadas. Le hicieron imaginarse a sí misma como la madre controladora y obsesionada que pretendía tener a su hijo siempre bajo su atenta mirada. Y nunca lo había sido. Ahora, quizá, se había ido a ese extremo —que tampoco era positivo—, pero lo cierto era que Laura nunca había logrado un equilibrio.

Ausente. Presente. Ausente. Presente. Ausente...

Levantó la barbilla un poco para mirar a Scott a los ojos, dándose cuenta de que había desconectado de la conversación.

Y presente.

—Disculpa —se excusó, repentinamente azorada. No sabía si a Scott le había pasado desapercibido o no, pero se disculpó casi por inercia—. Estoy un poco agobiada. Te agradezco el detalle.

No sabía qué pensar de esa generosidad inesperada, pero suponía que estaba en su naturaleza. Meagher ya había sido así durante su juventud y, al parecer, lo seguía siendo. Le costaba creer que tuviera intenciones ocultas.

—He cambiado mucho, Scott —le señaló, sintiéndose incapaz de simplemente aceptar el cumplido—. He estado… trabajando fuera, supongo que es por eso. Como liaison del ministerio. —Dio la información justa, con la esperanza de no invitar a que la conversación siguiera por ahí. Conocía hasta los más ínfimos detalles de su tapadera, pero aun así prefería evitar tener que revelarlos—. ¿Tú has estado siempre en Hogwarts?

Le quitó importancia con un gesto de la mano. Al fin y al cabo, en primer lugar echarle un ojo a los niños formaba parte de su trabajo, y, en segundo, no le costaba nada estar más pendiente del hijo de una compañera.

—No te agobies y disfruta. Ya verás que la vida en Hogwarts te gusta aún más que cuando eras adolescente.

La afirmación de ella sobre lo mucho que había cambiado no le arrancó ni el más mínimo gesto al profesor de Herbología. Aquello no era nuevo, se suponía que esa era la gracia que tenía crecer, madurar, ¿no? La vida hace cosas y uno, como buenamente puede, se adapta a lo que le ha tocado en esta lotería que es vivir. No queda otra que cambiar si se quiere seguir adelante.

—Vaya, ¿por dónde has estado? A lo mejor nos hemos cruzado sin saberlo—esbozó una media sonrisa al tiempo que entrelazaba las manos y se las apretaba, obligándose así a dejar de lado pensamientos de difícil abordaje para él—. Empecé aquí hace siete años. Pero al terminar aquí me dediqué a viajar para especializarme. La India, Argentina, Chile, Perú, Venezuela… Bueno, digamos que América del Sur la tengo muy vista—con esa broma se soltó las manos y pasó a apoyarlas sobre la mesa—. Luego estuve trabajando en España, como tutor y hace diez años volví aquí para seguir como tutor hasta que quedó vacante este puesto.

Estaba claro que hablaba de más y, de hecho, eso no hacía más que llevarlo a sitios a donde no quería ir. Agachó la mirada y tamborileó ligeramente con los dedos sobre la mesa antes de seguir hablando.

—Llevo ya un par de años pensando si no sería bueno para mí volver a viajar pero… No termino de decidirme…—admitió en voz más baja. No era ningún secreto. Pero no por ello le dolía menos decirlo— Pero mira, me alegro de volver a coincidir contigo. Al menos este año. Ya veremos qué pasa el siguiente.

¿Disfrutar? Laura veía el disfrute de su condición de profesora como algo poco probable. Era otro tipo de persona. Si no había sido capaz de cuidar de un solo niño apropiadamente, no veía cómo podría cuidar de clases enteras de ellos. Más aún, enseñarles cómo sobrevivir ahí fuera. Incluso en tiempo de paz, había amenazas; eso ella lo había aprendido por las malas. Y su hijo casi lo había pagado. De vez en cuando pensaba en qué habría pasado si hubiera sido otra persona y no su padre quien se lo hubiera llevado… y los escenarios que conjuraba su mente no le gustaban.

Sacudió levemente la mano, solo indicándole así que lo había escuchado pero que no se lo tomaba muy en serio. Sabía que Meagher no se lo tomaría a mal: en cuanto a la enseñanza y a los niños, estaba segura de que él disfrutaba mucho más.

Ugh. Era una pregunta abierta, por lo menos.

—Bélgica sobre todo —respondió, con una sonrisa cordial que había perfeccionado con los años y que ocultaba muchas cosas—. Francia. Luxemburgo. Suiza. Tuve que aprender francés a fuerzas —intentó bromear, pero la risa le salió un poco plana. No sabía por qué Scott tenía ese efecto en ella: sabía que era una agente excelente y, sin embargo, en esa conversación su interpretación estaba dejando mucho que desear—. Siete años son muchos. Yo no sé si aguantaría tanto tiempo, ya veremos. Deben de gustarte mucho los niños.

Parecía un comentario inocente, pero Laura no apartó la mirada de los ojos de él, buscando ese rastro de incomodidad y de tristeza que había atisbado hacía un momento, por si volvía a aparecer.

Sin dejar de mirarlo, le dio un sorbo a su café. No era la mejor hora para beber cafeína, pero no le importaba; no solía afectarle de todas formas.

—Ya lo veremos, sí. Yo tampoco sé si seguiré aquí o me requerirán en el Ministerio. De momento solo quiero que Michael se adapte bien.

Se rió un poco con su broma, más por cortesía que porque le hubiera hecho gracia. Y de nuevo lo asaltó una oleada de tristeza al pensar en que, efectivamente le gustaban los niños y el destino le había arrebatado al que más había querido.

—Sí, sí me gustan…—contuvo un suspiro y tragó saliva para pasar el nudo que tenía en la garganta— Aunque bueno, aquí la que tiene un hijo eres tú—añadió como broma, ocultando el ramalazo de envidia por la suerte que había favorecido a su compañera—. Verás que no tiene problemas, en serio. Menos aún estando en Hufflepuff, ya sabes cómo somos… Accesibles y adorables—de nuevo forzó la broma, consiguiendo esta vez que su tono sonase más natural—. Mañana ya lo verás con amigos y en menos de una semana tendrás suerte si no te da plantón cuando quieras hablar con él.

Se levantó para acercarse un momento a la cafetera que tenían allí y se sirvió una taza (total, no es que fuera a pegar mucho ojo aquella noche, ni ninguna otra) antes de volver junto a Laura.

—Si no es indiscreción… ¿Y el padre? ¿Lo conozco? ¿Venía con nosotros a clase?—preguntó señalándole con  un ademán la mano donde no había alianza de casada.